PROSTITUCIÓN Y CULPABILIDAD
Prostitución: Cuando el estigma duele más que la propia historia
Se habla de elección, de libertad, incluso de empoderamiento. Pero rara vez se habla de pobreza, de violencia, de desigualdad. Rara vez se mira el contexto en el que muchas mujeres terminan ahí. Y mucho menos se habla del dolor emocional que cargan cuando el juicio social se suma a su propia historia.
El estigma que silencia
La sociedad tiende a reducir a la persona a lo que hace. Como si ejercer la prostitución definiera todo lo que es. Como si su historia, su dolor, sus circunstancias, desaparecieran bajo esa única etiqueta.
Y lo que más duele, no siempre es la prostitución en sí, sino el estigma. El rechazo. La mirada de desprecio o lástima. Porque cuando una persona es rechazada una y otra vez por su historia, termina creyendo que no merece otra cosa.
La culpa que no debería estar ahí
Muchas mujeres que ejercen la prostitución cargan con una culpa inmensa. No solo por lo que han vivido, sino por haber tomado decisiones que, vistas desde hoy, les llevaron por ese camino. Como aceptar la oferta de un hombre que prometía trabajo en España como camarera. Como dejar su país buscando una vida mejor. Como confiar en quien no debían.
Pero esa culpa es injusta. Porque no somos culpables de las trampas que nos tiende un sistema desigual. Porque nadie debería cargar con la culpa de haber intentado sobrevivir.
A veces, el mayor daño no es el que otros te hacen, sino el que tú misma te haces cuando te convences de que todo fue culpa tuya.
¿Por qué sigue existiendo la prostitución?
Porque vivimos en una sociedad profundamente desigual. Donde el machismo sigue creyendo que los cuerpos de las mujeres están a su disposición.
Donde la educación sexual sigue siendo insuficiente o inexistente, y seguimos educando a generaciones en la cultura del consumo, también del consumo del cuerpo del otro.
Donde la pobreza, la violencia, la falta de oportunidades y el tráfico de personas siguen alimentando este mercado.
Donde todavía es más fácil culpar a la mujer que cuestionar a quien paga.
La prostitución no es solo una realidad individual. Es el reflejo de una sociedad que sigue fallando a muchas personas. Y que prefiere mirar a otro lado.
Mirarlas sin juicio, con humanidad
Quizá no podamos cambiar el mundo de un día para otro. Pero sí podemos cambiar la forma en que miramos estas realidades.
Podemos dejar de preguntar si estaban ahí porque querían.
Podemos dejar de juzgar sus decisiones, y empezar a cuestionar el sistema que deja a tantas mujeres sin alternativas.
Nadie debería ser reducido a la peor parte de su historia.
Nadie debería cargar con la culpa de haber intentado sobrevivir.
Y nadie debería ser señalado por un sistema que ya le falló demasiadas veces.
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